Alta capacidad intelectual: ¿bendición o maldición en el trabajo?

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Vislumbrar la solución de un problema en el momento en que se anuncia, tener la impresión de que la mente nunca deja de trabajar, llevar a cabo varias tareas a la vez, sentirse un momento entusiasmado por un proyecto y, un minuto después, tener el ánimo por los suelos por el comentario de un compañero… Ser “superdotado” no es nada fácil. En España, según las estadísticas del Ministerio de Educación y Formación Profesional del curso 2019-2020, un total de 39.173 alumnos escolarizados han sido identificados como “con altas capacidades intelectuales” (ACI). Cuando llegan a la edad adulta, a muchas de estas personas les cuesta encontrar su lugar en el mundo empresarial. Aunque uno podría suponer que tendrán un brillante futuro profesional gracias a sus extraordinarias capacidades intelectuales, este “don” también viene acompañado de una serie de dificultades a nivel social y emocional. Así pues, ¿cómo pueden las personas superdotadas sacar el máximo partido de sus capacidades? ¿Y cómo puedes saber si perteneces a esta categoría? Para entender mejor estos perfiles atípicos, conversamos con la psicóloga Arielle Adda, especialista en altas capacidades intelectuales, y con Mathilde y Mélanie, ambas diagnosticadas con ACI.

¿Qué es un “superdotado”?

Como sinónimo del término coloquial “superdotado”, los profesionales sanitarios prefieren utilizar el término “con altas capacidades intelectuales” o incluso “cebras”, un nombre popularizado por la psicóloga francesa Jeanne Siaud-Facchin. Y con razón, porque tener ACI no consiste en ser un genio de las matemáticas o saltarse un año en el colegio, sino en tener una forma diferente de razonar.

La prueba más reconocida para diagnosticar la ACI es el test WAIS, desarrollado en Estados Unidos en los años 40. Esta prueba, supervisada por un psicólogo, permite valorar las capacidades intelectuales de un individuo mediante la evaluación de su comprensión verbal, razonamiento lógico, memoria y capacidad para procesar la información. A diferencia de lo que muchos piensan, no se trata de un simple test de coeficiente intelectual (CI), sino de una evaluación completa que examina la forma en que la persona reflexiona, analiza y procesa la información. Tradicionalmente, se considera que una persona tiene ACI si su CI es superior a 130 (la media es de 100), pero solo una verdadera prueba psicométrica permite realizar este diagnóstico.

Estas capacidades intelectuales fuera de lo común pueden observarse incluso a nivel fisiológico. En un estudio del centro CERMEP (Centro de imagenología de los seres vivos) en Lyon, Francia, se observó el cerebro de personas con ACI a través de una resonancia magnética y se descubrió que tienen una conectividad cerebral mucho mayor que la de las personas comunes y corrientes. Esto significa que la información se transmite con más rapidez, no solo de un hemisferio del cerebro a otro, sino también dentro de un mismo hemisferio.

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¿Qué características tiene una persona con ACI?

Gracias a este estudio, los investigadores identificaron dos perfiles muy diferentes de niños con ACI: los “laminares” (u “homogéneos”) y los “complejos” (también llamados “heterogéneos”). Los laminares tienden a ser analíticos, constantes, organizados y racionales, y suelen ser bastante estables. Por otra parte, los complejos son más impulsivos y más creativos, tienen una intuición muy desarrollada y les puede costar gestionar sus emociones. En resumen, los complejos suelen presentar un desfase entre un intelecto muy maduro y una dimensión emocional y social mucho más delicada.

En términos generales, aunque cada perfil es diferente, las personas con alta capacidad intelectual se caracterizan por tener una gran facilidad para descifrar los problemas y razonar de tal forma que cada idea genere una nueva. Buscan constantemente la complejidad, tienen una intuición y creatividad muy desarrolladas, y son hipersensibles y muy perfeccionistas.

Estas características, aunque pueden resultar muy valiosas en el mundo laboral, tienen sus inconvenientes cuando las personas con ACI intentan integrarse en un sistema jerárquico, transmitir sus ideas o simplemente entablar relaciones con sus compañeros.

Un diagnóstico que facilita la comprensión

“Después de varios años de trabajo, me di cuenta de que cambiaba de empresa con mucha frecuencia y de que me costaba encontrar mi camino”, recuerda Mélanie Poinas, asesora y formadora autónoma, autora del blog francés Suivez le zèbre (“Seguid a la cebra”), en el que comparte información y sus experiencias como persona superdotada. “Pensaba que tenía un trastorno de personalidad; sabía que las personas a veces me consideraban rara y no siempre me entendían”.

Después de hablar con una amiga, que también había sido diagnosticada con ACI, Mélanie tomó conciencia de su situación y acabó por recibir el mismo diagnóstico. “¡Fue muy liberador! Antes intentaba encajar y ser una persona común y corriente. En ese momento, me di cuenta de que me cuesta relacionarme con los demás simplemente porque mi cerebro funciona de forma diferente”, cuenta Mélanie.

“Recibir el diagnóstico te permite conocerte mejor y darte cuenta de que hay cosas en el mundo profesional que no podrás soportar”, destaca la psicóloga Arielle Adda. “Cuando las personas no saben que son superdotadas, tienden a concentrarse en lo que hacen mal, ser muy duras consigo mismas e incluso pueden sufrir el síndrome del impostor. Gracias al test, al menos logran comprenderse con más claridad”.

En caso de duda, someterte a un verdadero test, supervisado por un profesional sanitario, te permite entender cómo funciona tu cerebro y, de este modo, comprender las características que hasta entonces quizás te eran desconocidas. Esto también te permite saber a qué aspectos debes prestar más atención, tanto personales como relacionados con los demás.

Sin embargo, Arielle Adda recomienda a sus pacientes no decir que son superdotados a sus compañeros, especialmente por los prejuicios asociados a este término. A Mathilde, diagnosticada con ACI cuando era niña, nunca se le ocurriría hacerlo: “Para mí, se trata de algo personal, casi íntimo, y hablo muy poco sobre eso. Una de las razones es por la connotación de las palabras ‘superdotada’ o ‘altas capacidades intelectuales’; me parece un poco delicado declararme como tal o añadirlo a mi currículum. Sobre todo porque suele vivirse más como un problema y una forma diferente de funcionar que como una cualidad maravillosa”, explica Mathilde. Ciertamente, para la mayoría de las personas con ACI, la vida profesional está lejos de ser de lo más tranquila.

Una comunicación difícil

“Las personas con ACI a menudo esperamos que los demás nos traten con cuidado aunque nosotros no lo hagamos. Es difícil para los perfiles como el nuestro admitir que el otro tiene la razón. Cuando estamos convencidos de algo, estamos totalmente seguros, lo que nos impide estar abiertos a las opiniones de los demás”, admite Mélanie. Para los superdotados, las ideas surgen a borbotones y el camino a seguir es evidente, por lo que a veces les puede resultar difícil tener que “esperar” a los demás. “Algunos de mis pacientes no soportan las reuniones que no van a ningún lado y tienen la sensación de que, cuando advierten que un proyecto va a fracasar, nadie los escucha. Es muy frustrante ser la única persona en darse cuenta de algo que nadie más entiende”, explica Arielle Adda.

Mélanie ha aprendido pequeñas técnicas para no dejarse llevar por la impulsividad ni el enfado: “Saber gestionar las emociones es muy importante para las personas con ACI. Nos enfadamos con facilidad cuando las cosas no van por el buen camino, por lo que las reuniones no son nada fáciles. En esos momentos, utilizo mucho la coherencia cardiaca (una técnica para gestionar el estrés mediante la respiración) y nunca respondo de inmediato. Es necesario dejar pasar un tiempo, ya sea quedándose en la oficina o haciendo una pausa en la cocina, para no dejarse llevar por el calor del momento”.

Una buena comunicación es clave para aprender a expresar mejor las emociones. “Las personas con ACI pueden ver enseguida lo que no funciona y tienden a criticar de inmediato. Por ello, utilizar técnicas de comunicación efectiva puede ayudarles a expresar sus necesidades de forma diferente, comunicarse con más suavidad y limar asperezas”, aconseja Mélanie.

Por otra parte, algunas personas con ACI son muy empáticas, por lo que ciertas situaciones profesionales pueden resultarles más difíciles que a otra gente. “Las personas hipersensibles, impulsivas o muy perspicaces se sienten heridas u ofendidas con facilidad y sus heridas no cicatrizan. Tienen una gran necesidad de entender y se ponen a menudo en el lugar del otro. Por ejemplo, he conocido a directores de empresa que no logran despedir a una persona porque tienen demasiados remordimientos, con lo que acaban poniendo en riesgo su propia empresa por no deshacerse de alguien incompetente”, explica Arielle Adda.

La hipersensibilidad, la impulsividad y una gran perspicacia son algunas de las características que pueden ser difíciles de canalizar a la hora de entrar en el mundo empresarial. En este caso, conocerse bien permite desarrollar estrategias para facilitar las relaciones con los demás o, de ser necesario, no dejarse pisotear por ellos.

Más vulnerables al burnout

Paradójicamente, las personas diagnosticadas como superdotadas suelen ser las últimas en darse cuenta de que lo son. Debido a que son extremadamente perfeccionistas, siempre tienen la impresión de poder hacer mejor las cosas. Este sentimiento responde al hecho de tener éxito sin esforzarse y casi siempre se debe a la facilidad que tienen en el ámbito escolar. Cuando llegan al mundo empresarial, el síndrome del impostor les motiva a trabajar aún más y hace que corran un mayor riesgo de sufrir un burnout.

Mathilde, diagnosticada con ACI cuando era niña, vivió esta situación después de firmar su primer contrato a tiempo indefinido. “En aquel entonces, trabajaba para una startup de cursos en línea. Me presionaba muchísimo para darle un sentido al trabajo que hacía, pensaba que tenía que revolucionar el mundo de la formación en línea. Proponía muchas ideas de proyectos, quería que hiciéramos pódcast, que modificáramos la normativa para los vídeos, etc. Las personas con ACI nos presionamos mucho, y si a eso le añades la falta de confianza en ti mismo, como en mi caso, el resultado puede ser muy dañino”.

Tener una capacidad de trabajo extraordinaria y una tendencia a querer hacer siempre más convierte a las personas con ACI en un blanco fácil de acoso moral, que suelen llevar al burnout. “El riesgo para los superdotados es que sus superiores les exigen cada vez más, y como son perfeccionistas, trabajan arduamente para responder a estas exigencias. Pero es necesario saber cuándo detenerse, lo que puede ser muy difícil”, explica Arielle Adda. Para lograrlo, Mélanie utiliza la técnica Pomodoro para gestionar el tiempo, que consiste en hacer una pausa de cinco minutos cada 25 minutos. “También puedes, por ejemplo, programar una alarma para que suene a las 7 de la tarde: cuando suene, dejas de trabajar, es decir, te obligas a detenerte utilizando una señal externa”, recomienda la joven.

Una búsqueda exacerbada de sentido

Aparte de querer hacer bien las cosas, las personas con ACI también necesitan encontrar sentido a lo que hacen. Esta búsqueda de significado se ha convertido en un asunto realmente importante para muchos empleados, pero lo es aún más para aquellos con ACI. “Necesito encontrarle sentido a lo que hago, soy muy idealista. No puedo ganar dinero solo por ganar dinero, y eso a veces ha dificultado mi integración en el mundo empresarial. He llegado a tener una excelente situación económica, pero lo pasaba muy mal porque no le encontraba sentido a lo que hacía y eso me daba la sensación de no merecerme mi salario”, explica Mathilde.

“La búsqueda de sentido es más intensa para una persona con ACI”, añade Mélanie. “Necesitamos entender por qué hacemos lo que hacemos, de lo contrario, podemos perder el interés muy rápidamente”. Por esta razón, la psicóloga Arielle Adda recomienda frecuentemente a las personas con ACI que confíen en su propia intuición. “Desde el principio, tienen que tener un buen presentimiento con su empresa. Si no lo tienen, no va a funcionar”, afirma la psicóloga. “Es necesario averiguar las tareas y el tipo de dirección, y no dudar en pedir conocer a tu futuro responsable en la entrevista de trabajo. Si no te sientes a gusto desde la primera entrevista, es mejor pasar de largo”, añade Mélanie.

Al igual que cualquier persona que no le encuentra sentido a su trabajo, el mayor riesgo para los superdotados es que pueden sentirse desmotivados. Excepto que, en el caso de las personas que entienden hasta el más mínimo detalle de un trabajo dos veces más rápidamente que los demás, el riesgo de que se aburran con rapidez también es dos veces más grande.

¿Cómo ser feliz en el trabajo?

Para no morir de aburrimiento en su escritorio, las personas con ACI pueden utilizar varias tácticas. Por ejemplo, pueden dirigir proyectos o actividades, tanto profesionales como informales, que no formen parte de sus responsabilidades habituales. “En una ocasión, me autoproclamé la Happy Manager de mi empresa”, sonríe Mélanie. “Creé una zona de pícnic para comer en el exterior y organizaba juegos o sesiones para ir a correr. Si no te sientes satisfecho con tus tareas, siempre puedes buscar otras formas de encontrarle interés a tu trabajo. Pero la dirección debe estar abierta a estas ideas”.

Este suele ser el principal problema en las empresas que tienen empleados con ACI: aunque estos propongan muchas ideas, no siempre se les presta atención. “Cuando la empresa reconoce la capacidad de las personas superdotadas, todo puede salir muy bien, porque se les pueden asignar, por ejemplo, las tareas más delicadas, aquellas que requieren una buena capacidad de síntesis”, señala Arielle Adda.

Las personas con ACI que deseen sentirse realizadas deben aspirar a empresas ágiles, abiertas al cambio y que promuevan, ante todo, los valores humanos. En cuanto al tipo de puesto, los superdotados suelen tener éxito y sentirse satisfechos en la gestión de proyectos, ya que esto requiere el uso de varias habilidades, así como en las profesiones creativas e incluso en el ámbito humanitario.

Por su parte, la dirección debe aprender a dar más autonomía a sus empleados con ACI sin por ello dejar de orientarlos, con el fin de evitar que su atención se desvíe en todas las direcciones. “Las empresas deben aprender a confiar más en sus empleados. Lo mejor para una persona con ACI es tener una dirección que le proporcione tanto estructura como un buen margen de maniobra. Rendir cuentas de todo lo que hacemos no es sostenible”, destaca Mathilde.

Trabajar como autónomo: ¿la solución ideal?

Por esta razón, muchas personas con ACI deciden emprender, como en el caso de Mélanie y Mathilde. Pero cuidado, no es una situación ideal para cualquiera. “Lo difícil de ser freelance son los ciclos entre los que alterno: o tengo muchos clientes y estoy a punto de sufrir un burnout, o no recibo casi ningún proyecto y tengo la impresión de que nunca tendré éxito”, confiesa Mathilde, fotoperiodista. Así pues, ¿podemos decir que el emprendimiento de verdad es el camino adecuado para los superdotados?

“Para una persona con ACI, trabajar por cuenta propia es una excelente solución, aunque la falta de contacto social les puede afectar mucho”, advierte Arielle Adda. “A pesar de todo, necesitan tener relaciones sociales, y el contexto actual dificulta mucho más las cosas desde ese punto de vista”. El teletrabajo, producto de la crisis del coronavirus, puede aumentar la sensación de aislamiento, que las personas con ACI experimentan con más intensidad. Sin contar la precariedad que resulta a veces del emprendimiento y que puede generar estrés. “Por ahora, quiero seguir trabajando como freelance, pero creo que habrá un momento en el que necesitaré más estabilidad y en el que probablemente aceptaré un contrato para trabajar en una empresa, ya sea durante un tiempo o de manera indefinida”, explica Mathilde.

Algunos de los principales elementos que necesita una persona con ACI para sentirse totalmente satisfecha en el ámbito profesional son: trabajar en una empresa proactiva, con un entorno saludable y una dirección flexible, ejercer un cargo alto que requiera diversas habilidades y tener la posibilidad de hacer formaciones con regularidad. Otro elemento fundamental para que los superdotados puedan ser felices en el trabajo es educar a las empresas sobre las altas capacidades intelectuales. Entender las cualidades y los defectos de este tipo de perfil permitiría aprovechar al máximo sus aptitudes, y ponerlas al servicio de la empresa y de su propio bienestar. Quién sabe, quizás algún día sea posible instaurar políticas de RR. HH. específicas para las personas con ACI.

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